Comenzamos poniendo los garbanzos a remojo de víspera. Nosotros lo hemos dejado 12 horas.
Seguidamente, pelamos y picamos las cebollas en brunoise. Lavamos, pelamos y chascamos las patatas. Limpiamos bien las setas shiitake con un trapo húmedo y las cortamos en tiras. Pelamos y picamos el diente de ajo. Por último, pelamos y troceamos el tomate.
En una olla o cazuela grande, agregamos todos los ingredientes. Sin sofrito, ni pochado ni nada: receta superfácil. Como dicen en inglés: one pot recipe, un “tó p’adentro” que diríamos aquí. Vertemos la cebolla, la patata, las setas shitake, los garbanzos, la col kale, el diente de ajo y el tomate troceado.
A continuación, sazonamos bien. Incorporamos el comino, la cúrcuma, el pimentón, la canela, el popurrí de pimientas, las hojas de laurel, la sal, el tomate concentrado, la carne de pimiento choricero, una pastilla de caldo y el chorrito de aceite de oliva virgen extra. Si disponéis de caldo de verduras casero o ya preparado, muchísimo mejor. En lugar de agua, vertéis el caldo y os olvidáis de la pastilla.
Si no tenemos el caldo, cubrimos bien con agua y removemos. Lo dejamos a fuego alto hasta que rompa a hervir y luego aproximadamente hora y media más a fuego medio. Recordad que los tiempos son orientativos, ya que dependen del tipo de cocina que utilicéis, así como el tipo de garbanzo, las horas que ha estado en remojo y la dureza del agua empleada para el remojo y la cocción.
Una vez haya pasado este tiempo, nos aseguramos que los garbanzos estén tiernos. La salsa debe haber reducido bastante hasta formar una consistencia cremosa. Si queréis que el caldo quede todavía menos líquido y que los garbanzos no se os terminen desintegrando al calor, podéis separar medio vaso de caldo en un vaso, disolver ahí una cucharadita de fécula de maíz y añadir esa mezcla de nuevo a la olla para que espese el caldo.